Repetir constantemente el ciclo de levantarse, comer, dormir, sin conocer la alegría y la satisfacción duraderas, es como correr sin saber qué dirección seguir. Así es imposible alcanzar la emoción indescriptible de poder decir: «¡Qué feliz soy por estar vivo!». Nadie puede esforzarse para mantener el ritmo sin la expectativa o la alegría de cruzar la línea de llegada. También en la vida, sólo los que tienen claro el sentido de dirección y propósito logran mantener el rumbo con vigor.
Cuando el propósito de la vida se hace evidente, todas las actividades – estudiar, trabajar, cuidar la salud – adquieren significado y la vida se llena de alegría y satisfacción. Incluso en situaciones en que el individuo sufre con una enfermedad, una disputa familiar o una derrota, la fuerza de vivir lo lleva a superar todas las dificultades a fin de realizar el gran propósito de la vida.
La respuesta de la filosofía budista es inequívoca: “El propósito de la vida no es juntar dinero y tesoros, ni conquistar honores y estatus. Es erradicar la fuente del sufrimiento y llenarse de alegría, regocijarse de haber nacido humano y vivir en plenitud sin fin“.
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