Repetir constantemente el ciclo de levantarse, comer, dormir, sin conocer la alegría y la satisfacción duraderas, es como correr sin saber qué dirección seguir. Así es imposible alcanzar la emoción indescriptible de poder decir: «¡Qué feliz soy por estar vivo!». Nadie puede esforzarse para mantener el ritmo sin la expectativa o la alegría de cruzar la línea de llegada. También en la vida, sólo los que tienen claro el sentido de dirección y propósito logran mantener el rumbo con vigor.
La respuesta de la filosofía budista es inequívoca: “El propósito de la vida no es juntar dinero y tesoros, ni conquistar honores y estatus. Es erradicar la fuente del sufrimiento y llenarse de alegría, regocijarse de haber nacido humano y vivir en plenitud sin fin“.
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